sábado, 24 de agosto de 2013

II Vuelta del Último Bucardo

Tenía que ocurrir algo muy especial para que retomara el blog, y lo vivido el pasado fin de semana me ha producido la necesidad de escribirlo, de plasmarlo. Únicamente para disfrutarlo y revivirlo otra vez.

El transcurso de un verano cargado de estreses y agobios diversos, provocados sobre todo por asuntos laborales, me hizo buscar alguna vía de escape. Visto que no fui capaz de construir una bicibomba para regar la huerta y que la cosecha viene bastante regulera...me dije a mí mismo que "necesitaba ganar". Esto de que necesito ganar empezó como una broma, pero ahora mismo de verdad creo que de vez en cuando, necesito salirme de la rutina y hacer algo grande, alguna burrada. Resetear.

Conozco Linás de Broto desde hace años por ser el pueblo de mi novia y ya el año pasado me picó bastante el gusanillo de correr la Vuelta al Último Bucardo, a pesar de que nunca he corrido más allá de rachas en las que tenía poco tiempo para bici, basket etc. Nunca más que días sueltos y nunca una carrera, menos aún de montaña. Y este año se puso a tiro tras el estrés comentado. Necesitaba ganar y tenía un un objetivo claro. En este caso, ganar iba a ser conseguir terminar la II Vuelta del Último Bucardo, con solo dos semanas por delante para entrenar. Por ello, mi amigo Alejandro (al que engañé para que me acompañara en esta aventura) y yo, pensamos que lo mejor sería entrenar un par de días para llegar más o menos frescos, ya que preparada la prueba nunca iba a estar con tan poco margen.

Allí nos presentamos el viernes y ya desde el primer momento sorprendió el buen rollo que se respira en el Albergue el Último Bucardo. Pasamos el sábado haciendo algo de senderismo flojo entre el Valle de Bujaruelo y el Valle de Otal, dándonos un baño bajo el Puente de Bujaruelo y echando unas canastas en el llano de Linás.

Con estas llega el gran día. Madrugamos mucho para tener tiempo de sobra para desayunar, ir a Linás, estirar...Nos alojamos en Biescas, donde son las fiestas patronales, y a las 7,40 los bares están cerrando, ninguno abierto para desayunar...Afortunadamente tenemos fruta y nueces, y en el camino hacia Linás vamos comiendo algo. Una vez allí, un café con leche y el té que sirvieron los voluntarios de la carrera terminaron de sentarme el estómago. Me noto nervioso, he dormido decentemente (muy decentemente para tener una rave a 300m de la habitación) y me noto bien físicamente, pero nervioso. Sé que me he metido en un jaleo enorme y que es una barbaridad hacer esto sin entrenar. Más aún, los físicos que se observan asuntan por lo delgado y estilizado del personal en general. Pienso "claro, esta gente sale a correr a menudo, es lo normal...". Estiramos y calentamos un poco y sin apenas espera comienza la carrera.

Alex y yo sabemos que tenemos que tomarnos el asunto con la mayor tranquilidad posible, así es que empezamos muy atrás, en el último pelotón en el que corremos muy despacio y agradable. Según voy calentando me voy animando, el sendero se estrecha y me doy cuenta que Alex ya no está detrás mío. Hemos comentado que no había que obsesionarse con ir juntos, que tenemos que hacer nuestra carrera, así que sigo corriendo cómodo. Voy corriendo detrás de una gente que se nota que sabe, me llevan rápido en las bajadas y más o menos cómodo en las subidas. Se me hace muy corta la primera parte y pronto empezamos a subir el Serrato de Yosa, una subida no demasiado dura y muy constante. A partir de ahí me olvido de los demás y me marco un ritmo. Mentalmente intento calcular un ritmo que me permita ir así mucho tiempo, que no sea cómodo pero tampoco atufarme a las primeras de cambio.

Este ritmito me permite ir adelantando gente, lo que me da moral, aunque en ningún caso fuerzo. Me doy cuenta que no voy a tener problemas para superar el fuera de control, más moral. Comienza la bajada por la Bucosa, es un sendero precioso y muy rápido que va descendiendo en forma de S. Varios corredores me adelantan. No me importa lo más mínimo, estoy haciendo mi carrera y sabía que las bajadas no son lo mío. Pronto terminamos de bajar, deshacemos parte del camino inicial y empezamos la subida a Pilupín. Me siento bien, a pleno rendimiento, he gastado muy poco y es el momento ideal de afrontar casi 4km en los que superamos un desnivel de más de 800m.






En la subida es donde encuentro las mejores sensaciones del día, nunca aprieto, mantengo un ritmo muy constante y vuelvo a adelantar a gente. La subida no se me hace nada pesada y rápidamente superamos el nivel del bosque, allí, al fondo, aparece lo peor del coloso. Y también una fila interminable de corredores. Lo que sube esta gente, pienso. Una constante de la carrera, hasta ese momento, fue la duda, en algunos tramos, de si correr o andar. Nunca lo tenía claro. ¿Debo guardar y seguir andando?¿Podría correr un poco sin cansarme demasiado? Pocos kilómetros después las dudas se disiparían...
La subida a Pilupin no es que sea terrible, pero hacerlo en plan "carrera" hace que sea limitante por sí misma. Además las zapatillas que llevo usando más de un año me empiezan a rozar, noto que tengo ampollas y me molesta. No he forzado en ningún caso y, sin embargo, la musculatura me da un par de avisos. Culmino la cima con muy buen tiempo (2h 13min) y para abajo.

La gente con la que empiezo a bajar bajan a un ritmo y con una calidad que no me puedo explicar. Yo apenas sí veo apoyos y vacilo muchísimo. A las primeras de cambio resbalo por la humedad del prado y la pendiente y me tuerzo un tobillo. Lo del tobillo no es grave, me he tirado al suelo antes de apoyar todo el peso, pero la misma tensión del cuerpo en la caída me provoca calambres en los abductores internos. Y a partir de allí el suplicio. Quedan casi 10km.

Bajo como puedo, me adelanta todo el mundo, no me puedo explicar lo bien que baja todo el mundo, y yo sufro. Sufro mucho porque la ampolla del pie (del puente de la planta) se me ha roto y ya estoy pisando sobre herida, sufro porque tengo calambres, sufro porque no tengo técnica ninguna de bajada y sufro porque no solo me adelanta mucha gente, sino que los pierdo en un abrir y cerrar de ojos. Al finalizar la bajada fuerte hay un tramo llano. Intento correr pero ahora los calambres se extienden a los dedos de los pies. Dudo de que vaya a conseguir terminar, estoy en el Puerto de Cotefablo y pienso si no sería inteligente abandonar. Sé que me he alimentado bien pero no dejo de sufrir.  La organización y actitud de los voluntarios es inmejorable, increíble. Me ven a lo lejos, miran mi número en la lista y me animan por mi nombre. Impagable. Un tipo bastante majo me pregunta si voy bien, le digo que me dan tirones, pero que no es nada. Realmente estoy sufriendo muchísimo. ¿Debo abandonar? No, he venido aquí con un objetivo y no voy a abandonar tan fácilmente. Bajo rodando si hace falta. Me dan calambres en los cuadriceps y me fuerzo a seguir. A veces paro a estirar, paro en todos los avituallamientos y me hincho a acuarius y plátano.

Subimos y bajamos pequeños tramos hasta que por fin una subida suave y larga. Parece que me encuentro algo mejor, pero es un espejismo. Todavía me quedan 6km y la musculatura ha dicho basta. Veo mucha gente que sufre como yo, calambres y sufrimiento por doquier. Ahí vuelvo a cargarme de moral. O a seguir andando y correteando como un autómata, ya no lo sé. ¿A qué he venido aquí? ¿Cómo andará Alex? ¿Quién me manda meterme en estos jaleos? A sufrir, a terminar, a ganar. Pues ale, a tirar como sea. Voy un rato con uno, otro rato con otro...a veces encuentro sensaciones, a veces sufro unos dolores y calambres terribles...

Pequeñas conversaciones de ánimo con la gente y, entre unas cosas y otras. Me planto con un chaval de Sevilla en los últimos 2km. Sé que voy a terminar. Después de bordear el Sorrosal decidimos correr un poco, sólo nos queda una bajada suave y la última subida, la temida escotatiata. A estas alturas, por mucha pendiente que tenga ya no duele nada, además no es un pedregal de montaña, es una calle antigua empedrada, bien asentada, y casi da gusto andar por allí después de lo que llevamos encima.


Llegamos arriba y solo nos queda dejarnos caer trotando, recibiendo los ánimos de la gente del pueblo, voluntarios y demás, y los corredores que ya han terminado (casi todos). Llegamos e instintivamente chocamos la mano. Gran sensación.


El ojetivo ha sido más que cumplido, he disfrutado, he sufrido, he aprendido, he conocido y me he olvidado de todo durante este increíble fin de semana.

A destacar por encima de todo la organización de la carrera. Vitales los avituallamientos, numerosos y de calidad. Enorme el entusiasmo, la dedicación y el cariño de todos los voluntarios. Así es imposible no repetir. El año que viene vuelvo (entrenado).

Fueron 22,6km y casi 1500m de desnivel positivo acumulado para la primera vez que corro. Termino el 120 (mismo tiempo que el 119) de 137 que completaron el recorrido largo. El tiempo es de 4h 4mins.

He ganado.


No hay comentarios: